lunes, 23 de octubre de 2017

El alegre mutilado

El alegre mutilado
Me dicen que está mutilado, pero no es un inválido.
La enfermedad condujo a las amputaciones.
A veces se nace con algunas deficiencias en el organismo que provocan la enfermedad y ésta la gangrena; para evitarla, la decisión necesaria, aunque radical, es la amputación. El caso de este hombre extraordinario es precisamente ese.

Al saber de su mutilación, por tanto no cabe considerar su imprudencia, como cuando se vive desordenadamente o cuando por descuido, audacia mal entendida o quizá atrabancamiento, se causa un accidente.
Este hombre extraordinario ha perdido sus 2 piernas y un brazo, y aún no cumple medio siglo de vida.
Ni duda cabe, es un mutilado.
Se llega a cumplir el destino temporal apoyado en todo el organismo, y en el se incluyen cuatro extremidades. A veces sobrevivir y, mas aún destacar, hacer carrera, ser reconocido, resulta difícil con todo en su lugar, estos ojos, los oídos, brazos, piernas.
Habrá que hacer un esfuerzo de imaginación para tener la idea aproximada de cuánto más se complica el cumplir con la tarea si algo de lo vital falta.
Este hombre extraordinario carece de sus piernas y un brazo. Está mutilado y su pérdida no es reversible.
Mutilado pero no inválido.
La validez ha de estar en otro lugar, no tangible, que nada tiene que ver con las partes materiales del ser humano. Y esto es cierto, pues conocemos personas que disponen de todas esas partes que el promedio de los mortales conservamos hasta la muerte y sin embargo, no valen, son casi inservibles, pueden considerarse inválidos.
Este hombre extraordinario, cuando tenía todos sus miembros, hizo una carrera universitaria, actúo como un profesionista competente, emprendió un negocio próspero.
La enfermedad inició la necesidad de las mutilaciones y la mutilada economía del país se ocupó de hacer el resto, para probar su entereza; tuvo que liquidar un negocio próspero.
Ahora no tiene piernas, un brazo ni trabajo.
Mutilado de veras.
Pero no inválido.
Con los escasos ahorros que le quedan sobrevive mientras, con prótesis y entrenamiento, reemplaza sus miembros.
Hay en su espíritu, entre tanto, una fuerza que se ha impuesto al dolor y la frustración, que lo mantiene animado y proyectando lo que va a hacer pronto, muy pronto, cuando nuevamente camine y su brazo artificial le dé una ayudada.
Me han dicho que sonríe, que permanece con una incomprensible alegría, para los que no estamos mutilados, aunque quizás un poco inválidos.
La validez y la invalidez habrá que referirlas al espíritu y por compensaciones de la naturaleza (yo prefiero decir, la providencia) este hombre extraordinario posee sus dones en abundancia.
Este maravilloso mutilado tiene mucho que enseñarnos a los inválidos.

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